La unión de Dios con el hombre


Si tenemos una perspectiva cabal de toda la revelación de las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, veremos que en la eternidad pasada Dios diseñó al hombre para que éste fuera uno con El. Este hecho es de suma importancia.

Aunque hay varios motivos por los cuales Dios creo al hombre, el aspecto más esencial es el de la unión con Él en su vida. En el Génesis vemos un cuadro sobre este asunto. Dios creó el hombre bueno y le dio libre albedrío, debido a que fue puesto delante de dos árboles, uno era el del conocimiento del bien y del mal y el otro el del árbol de la vida, el cual simboliza la vida de Dios, es decir Cristo. (Génesis 2: 9)

En Génesis nos muestra el principio de que Dios deseaba unirse al hombre por medio del cuadro de los dos arboles del Edén, donde el hombre al elegir el árbol de la ciencia del bien y del mal, de procedencia satánica se contaminó con la muerte, y por causa de esto, Dios le cerró el pasó al árbol de la vida. (Génesis 3: 22-24) Por tanto el deseo original de Dios era que el hombre comiera del árbol de la vida, es decir tomara de su  propia Vida, pero el hombre no tomó de este árbol que simbolizaba la vida de Dios. Aquí se ve reflejado que Dios deseaba que el hombre recibiera su Vida y de esta manera se uniera a El.

El propósito de Dios esencial al crear al hombre no era solamente obtener un buen hombre o un hombre perfecto, sino un hombre que decidiera libremente recibir Su vida y Su  naturaleza divina para ser semejante a Él.

En 1 Co. 6:17 Pablo escribe: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en El (Jn. 3:15-16). Esta unión es mostrada por la de los pámpanos y la vid (Jn. 15:4-5). No sólo es un asunto de vida, sino también en vida (la vida divina). Tal unión con el Señor resucitado sólo puede efectuarse en nuestro espíritu.

La expresión un solo espíritu indica que el Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (v. 19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Esta es la manera en que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de la resurrección (15:45; 2 Co. 3:17) y quien está ahora con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), es hecho real a nosotros.

La redención y la salvación no fueron el principal objetivo de Dios, sino que solo fueron un medio para Dios, para recobrar su propósito original: El cual era darnos su vida. (Efesios 2:1) El propósito por el cual Dios envió al Hijo y lo hizo pasar por los procesos o pasos de la crucifixión, resurrección y ascensión fue para que recibiéramos la vida de Dios en nosotros y fuéramos uno con El.

 En conclusión, 

Aunque los hombres fuéramos buenos y perfectos aún necesitábamos recibir la vida divina dentro de nosotros, para llegar a ser parte de El.


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